EL SABOR DE LOS DÍAS LARGOS

Las estaciones no se anuncian con palabras, se sienten. Dicen que el verano no se mide en días, sino en instantes. En ese primer sorbo frío que apacigua el calor, en la sombra que da tregua, en el mantel que se agita con la brisa, en la risa que se alarga sin reloj.
Este año he querido volver a lo esencial: rodearme de piezas que acompañan. Que no se imponen, sino que cuentan historias. Vajillas artesanales, cristales que atrapan la luz, sillas que invitan a quedarse. Así entiendo el verano: sin prisa, con belleza. Todo lo demás lo pone el sol, el aire salado y ese ritmo lento que solo el verano sabe marcar.





La belleza también
descansa.
When home feels like summer
Y la calma tiene olor a casa

El verano siempre me ha parecido un paréntesis suave, como una página en blanco que no pide nada más que estar. Todo se vuelve más sencillo: los silencios, más largos; las mesas, más vividas; las cosas, más verdad.
Quizás por eso me gusta tanto dejar que el tiempo pase sin más, sin exigirle. Porque en esa calma encuentro no solo descanso, sino también una forma de volver a mí.
