Confieso que en cuanto a la decoración de mi casa soy muy inquieta. Me entusiasma cambiar los muebles de sitio, sustituir los cojines y, de vez en cuando, donar lo que ya no necesito para despejar las estancias y darles un aire diferente. Me encanta mezclar textiles, combinar lo antiguo con lo nuevo, además de utilizar color para alejarme de los estilos más conservadores y monocromáticos. Siempre vuelvo a materiales naturales que me producen una profunda sensación de paz.
Dicen que el simple hecho de mover los muebles de sitio esconde un acto cargado de intenciones que responde a una necesidad de cambio. Yo estoy convencida de que un verdadero hogar es el reflejo de lo que somos. Pienso que nuestra casa es una extensión de nosotros mismos y en ella debe reflejarse todo lo que nos llena y nos motiva, pero también que a medida que cambia nuestra vida, nuestro hogar evoluciona.
Estoy dispuesta a tomarme las cosas con más calma, pero mover el sofá junto a la ventana en invierno, donde el sol calienta y me puedo acurrucar, es algo a lo que no pienso renunciar. Redecorar estimula mi mente y cuando llega el buen tiempo, me gusta sacar las alfombras de yute para hacer que la vivienda sea más fresca y veraniega.
Las alfombras son ese complemento que hace que la casa se sienta confortable y hogareña. Parece mentira cómo, con el modelo adecuado, puede cambiar por completo una vivienda. En mi hogar tengo repartidas por todas las estancias, son mis mejores aliadas para que la casa se vea acogedora durante todo el año.