Quiero contarte cómo preparé este rincón en casa. Porque sí, se puede hacer mucho con muy poco. Solo necesitas las piezas adecuadas y muchas ganas de disfrutar. Para darle vida a este espacio, escogí los taburetes Gabriel, hechos de madera de olmo natural, que aporta calidez. Son cómodos, discretos, pero con mucha personalidad. Perfectos para esos encuentros que queremos que se alarguen un poco más.
Una ensalada de verano, un gazpacho bien frío… Platos sencillos que, cuando se presentan con mimo y en una vajilla bonita, saben aún mejor. Por eso me encanta usar los platos y bowls Karma. Su tono marrón realza los colores de la comida, y su diseño sencillo y elegante encaja a la perfección con ese ambiente relajado y cercano que busco para las comidas al aire libre.
No hay nada como una buena servilleta de tela para darle calidez a la mesa, y aquí va un pequeño secreto: nunca doblo las servilletas al milímetro; prefiero dejarlas como si las hubiera puesto sin pensarlo demasiado, pero sabiendo exactamente lo que hago. Son precisamente estos pequeños gestos los que, para mí, marcan la diferencia.
Elegí las servilletas Emerson por su estampado de flores, porque aportan ese punto romántico, sin exagerar. Solo el toque justo. Mientras las dejo sobre la barra, el tacto del algodón me recuerda por qué me gustan tanto.
Bicolor y con un origen con mucho significado: los manteles individuales Olinde están hechos de algas marinas, algo que me parece precioso. Me gusta que sean redondos, que enmarquen el plato y que se integren con el resto de los elementos, completando un conjunto armonioso donde todo tiene su sitio.
Sutiles, elegantes, funcionales. Justo como todo lo que nos inspira en Ofelia. Los cubiertos Rodin son ese tipo de piezas que no llaman la atención... hasta que los usas y piensas: qué bien hechos están. Me acompañan a diario, pero también saben estar a la altura en una ocasión especial.
Y ahora tengo que confesarte algo: las copas Arlen en tono rosa son mi debilidad. Me gusta tener piezas así, que se salen un poco de lo común pero que no cansan. En este rincón para dos, estas copas de vino hacen que el brindis se sienta especial incluso antes de alzar la copa.
Y, por supuesto, siempre me gusta añadir flores. No muchas, unas pocas flores frescas bastan. No hace falta complicarse, algo recogido del jardín, y lo coloco en el jarrón Enol, de cristal color ámbar.
Así es como me gusta recibir, incluso si somos solo dos. Preparando un rincón con mimo, sin excesos. Porque al final, los momentos más bonitos casi nunca son los que planificamos con detalle, sino aquellos en los que simplemente nos dejamos llevar. Y tú, ¿ya tienes tu rincón favorito para comer al aire libre? Si te apetece crear uno así, con encanto y calidez, te dejo aquí las piezas con las que di forma al mío. Inspírate, adáptalo a tu estilo y hazlo tuyo.