A las puertas de la Navidad más atí­pica que puedo recordar y muy cerca de cerrar un año que quedará marcado en la memoria de todos, soy consciente de la dificultad de celebrar grandes reuniones. Como me he propuesto sacar la parte buena de todo esto, he pensado que esta situación también me da la oportunidad de ganar tiempo de calidad, evitando compromisos sociales que no me apetezcan. Bien planteado, puede ser el momento perfecto para disfrutar de una Navidad tranquila, rodeada solo de las personas más cercanas. No se trata de no celebrar, sino de hacerlo de manera diferente y ¿por qué no hacerlo en mitad de la naturaleza?

Foto vista en L'Ovella Negra

Bajo la idea de refugiarme en la montaña, llego hasta Andorra y su valle de Incles, el más bonito de la región pirenaica. Allí, junto al río al final del valle, se encuentra L´Ovella Negra. Como su propio nombre indica, este lugar es muy especial. Un antiguo albergue ubicado en plena belleza de origen glaciar entre los pueblos de El Tarter y Canillo, el lugar donde valorar lo íntimo, reconquistar lo sobrio y encontrarte con la abundancia. El auténtico raw-luxury, es decir, recuperar lo sencillo.

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La magnífica ubicación de este antiguo refugio le permite transformarse en cada estación con distintas experiencias según la época. Así en invierno, cuando el clima lo hace casi inaccesible, aporta una calma única, donde la calidez de su interior es una de la sensaciones más placenteras, donde disfrutar de la libertad de no hacer nada. 

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El proyecto y la decoración es obra de Prisca Llagostera, promotora y socia de este proyecto, quien quiso trasladar a este alojamiento la sensación que experimentó allá en 2007 durante un viaje a la Patagonia. De este modo la calidez y el confort son la base sobre la que se asienta este lodge. En conexión con la autenticidad de las montañas.

En la planta baja, con un porche que da la bienvenida y del que disfrutar tanto en verano como en invierno, hay una gran sala de estar abierta, donde todo gira alrededor de chimenea suspendida.

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Cómodos sofás de terciopelo, cuero y lana, rincones acogedores, un comedor con largas mesas de madera, una barra articulan el resto del espacio. Los materiales nobles y la delicada iluminación, las velas y el fuego hacen el resto. La madera, la piedra y el metal son los protagonistas que visten el ambiente, con una decoración basada en pocos elementos.

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En esta misma planta encontramos uno de sus restaurantes, conocida como la cantina, donde degustar de una deliciosa comida, platos sencillos con toque montañas. Su chef Sergi Simó elabora propuestas a partir de ingredientes de temporada. Recomiendo las alcachofas salteadas con virutas de jamón y huevos de codorniz y, para los más carnívoros, la terrina de cordero a baja temperatura. Si te gusta la caza, este es el restaurante donde probar el guiso de ciervo.

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Y digo uno porque en su exterior, mientras el sol lo permite, habilitan una cabaña de madera conocida como "el chiringuito". Parada obligatoria después de una paseo donde tomar un almuerzo. Alegre en verano con unas espléndidas vistas al valle, este Summer Pop-up se llena de vida no solo por los huéspedes, sino por las personas que se acercan a pasar el día en este mágico emplazamiento con una amplia programación de música en vivo durante las noches de julio y agosto.

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En invierno, cuando todo el valle está nevado se convierte en una acogedora choza de madera, con su propia chimenea y dos mesas comunes. La idea es pasar y comer después de una caminata con raquetas o de esquí de montaña. 

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De nuevo, dentro del refugio, una minimalista y sofisticada escalera nos indica el camino hacia la plata superior, donde pueden alojarse hasta 12 personas, distribuidas en dos dormitorios dobles y dos dormitorios cuádruples, todos con sus propios baños en suite. También hay una pequeña terraza. El lugar perfecto disfrutar de una bebida, leer un libro o tomar un delicioso desayuno bajo el sol o simplemente observar el paisaje.

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Cada en una de sus estancias reina la sencillez, priorizando la calidad de los materiales: una buena cama, sábanas de algodón orgánico, mantas de lana merino, luz tenue, sin pantallas. Porque, como dicen su manifiesto, a veces no hacer nada, lo hace todo.

Ya puedo tachar en mi lista de deseos dormir en una cabaña en la nieve.

¿Y si conviertes tu casa en tu propio refugio? Te dejo unos trucos que revalorizan el culto por lo sencillo.

1. Mesa de centro Selene ø70 cm, su estilo rústico y el detalle de sus vetas la convierte en un elemento central de cualquier salón. 2. Alfombra de algodón Yaros 150 x 210 cm, su aspecto vivida le aporta gran personalidad y su color lavado la hace fácilmente combinable. 3. Banco de madera Atwood, este precioso mueble auxiliar destaca por su material noble y acabado natural. Su asiento de algodón trenzado de color le confiere un estilo orgánico muy original para colocarlo a los pies de tu cama, en tu comedor o entrada. 4. Puf Emily (disponibles en negro, gris y azul), el diseño trenzado del algodón le añade calidez, además de ser muy práctico como asiento extra o como reposapiés. El complemento ideal también para una habitación infantil. 5. Sillón Arthur, su estructura en madera de teca con apariencia de ramas es una brisa de naturaleza para tu hogar. Puedes acompañarlo de la mesa Arthur (6), que puedes usar como mesa o mesita de noche e incluso como taburete. 7. Manta de algodón Freire, su color liso en blanco roto permite integrarla fácilmente en salones, dormitorios o como textil auxiliar en tu terraza.

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